CUAL DEBE SER LA ACTITUD CORRECTA DE UN CREYENTE
- (Autor: Jhon Walter Montoya Sierra )
- 13 jun 2016
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RESUMEN Y COMENTARIOS PERSONALES DEL CAPITULO II (CREER PARA ENTENDER) DE LA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
“La sabiduría todo lo sabe y entiende” “Ella, que todo lo conoce y lo comprende, me guiará con prudencia en todas mis acciones y me protegerá con su gloria” (Sb. 9,11)
Desde las Sagradas Escrituras, inspiradas hace varios miles de años, ya Dios revelaba a su pueblo y a su futura Iglesia, el vinculo profundo que existía y que debe siempre existir, entre el conocimiento de la fe y el de la razón; es más, este conocimiento también es alimentado por culturas y civilizaciones más antiguas que el mismo pueblo de Israel (Egipto/ Mesopotamia), y que influenciaron entre otros, a los escritores sagrados. En los libros Sapienciales, se describe al hombre sabio, como el hombre que “busca y ama la verdad, que se ejercita en la sabiduría y que en su inteligencia reflexiona, que medita sus caminos en su corazón, y sus secretos considera” (Si.14,20-27); es decir, que el deseo de conocer, es una característica común entre todos los hombres, y se nos da a todos gracias a la inteligencia. Los textos bíblicos nos muestran que hay una profunda e inseparable unidad entre el conocimiento de la razón y el conocimiento de la fe; el mundo y todo lo que sucede en el, son realidades que se pueden ver, analizar y juzgar por medio de la razón, pero sin dejar de un lado la fe, ya que la fe no interviene para menospreciar a la razón ni para limitar su espacio de acción, sino para hacerle comprender al hombre, que Dios se hace visible y actúa en este mundo y en todos sus acontecimientos, además se de debe tener claro que el Evangelio no es una filosofía, sino que es un sentimiento que nos une por fe a la persona de Dios; esa es la coherencia que debe existir entre la razón y la fe. La fe es la que abre la mente, para que el hombre descubra en el suceder de los acontecimientos, la presencia operante de la providencia. En el libro de los Proverbios se dice que "el corazón del hombre medita su camino, pero es el Señor quien asegura su paso” (Prov.16-9), es decir que el hombre con la luz de la razón sabe reconocer su camino, pero solo lo puede recorrer de forma libre, sin obstáculos y hasta el final solo si con ánimo sincero fija su búsqueda en el horizonte de la fe. Los Proverbios también cita que “Es gloria de Dios tener secretos y es honra de los reyes penetrar en ellos” (Prov.25,2); es decir que Dios está en el origen de cada cosa y en esto consiste su gloria, pero es al hombre al que le corresponde la misión de investigar la verdad con su razón, y en esto consiste su grandeza. Por lo tanto todos debemos ordenar nuestros caminos según el orden de Dios, buscando siempre explicaciones pero sin olvidarnos de Dios, pues como me enseño la Dra. María Teresa Peñaloza “para entender al mundo, hay que tener los ojos abiertos, pero desde el espíritu no desde la razón”.
Ahora bien, los hombres han entendido que la razón debe respetar algunas reglas de fondo para expresar mejor su propia naturaleza: 1) Debe tener en cuenta que el conocimiento del hombre es un camino que no tiene descanso. 2) Debe tener conciencia personal. 3) Debe tener “temor de Dios” y reconocer su trascendencia soberana y su amor providente en el gobierno del mundo. Cuando el hombre se aleja de estas reglas se expone al riesgo del fracaso y se coloca en la situación del necio, amenazando así su propia vida, pues se engaña pensando que conoce muchas cosas, pero en realidad no es capaz de fijar su mirada sobre las esenciales, esto le impide poner en orden su mente y asumir una actitud adecuada para consigo mismo y para con el ambiente que le rodea (Cuando el hombre llega a afirmar que “Dios no existe”, muestra con claridad lo deficiente de su conocimiento y lo lejos que está de la verdad plena sobre las cosas, sobre su origen y su destino). En el libro de la Sabiduría, el Hagiógrafo nos dice que Dios se da a conocer también por medio de la naturaleza “el hombre está en condiciones de conocer la estructura del mundo y la actividad de los elementos, los ciclos del año, y la posición de las estrellas, la naturaleza de los animales y los instintos de las fieras” (Sb.7, 17-19) “de la grandeza de las criaturas, se llega a contemplar su autor” es decir que mediante los instrumentos propios de la razón humana, se puede llegar al conocimiento del creador. Si el hombre no llega a reconocer a Dios como Creador de todo, no es por falta de un método adecuado sino por el impedimento puesto por su voluntad libre y por su pecado. La razón adquiere significado solamente si su contenido se sitúa en un horizonte amplio que es el de la fe; pues la fe libera la razón en cuanto le permite alcanzar coherentemente su objeto de conocimiento y colocarlo en el orden supremo en el cual todo adquiere sentido; es decir que el hombre con la razón alcanza la verdad, porque iluminado por la fe, descubre el sentido profundo de cada cosa y en particular de la propia existencia. Por tanto y con razón, el Autor Sagrado fundamenta el verdadero conocimiento precisamente en el temor de Dios cuando dice: “El temor del Señor, es el principio de la Sabiduría” (Prov.1,7). Según el Antiguo Testamento, el conocimiento no se fundamenta solamente en una observación atenta del hombre, del mundo, y de la historia, sino que supone también una indispensable relación con la fe y con los contenidos de la revelación. Sin embargo el creyente no se rinde pues la fuerza para continuar su camino hacia la verdad le viene de la certeza de que Dios lo ha creado como un explorador, cuya misión es no dejar nada sin probar, y a pesar de la duda, pero apoyándose en Dios, se dirige siempre en todas partes, hacia lo que es bello, bueno y verdadero. Por otra parte San Pablo expresa en su carta a los Romanos que “a través de la creación, los “ojos de la mente” pueden llegar a conocer a Dios, ya que mediante las criaturas, Dios hace que la razón intuya su potencia y su divinidad”, de tal manera que la razón del hombre no solo está limitada al conocimiento sensorial, sino que mediante los sentidos se puede alcanzar incluso la causa de esa misma realidad sensible.
En el proyecto inicial de Dios, según San Pablo, la razón tenía la capacidad de superar lo sensible, para alcanzar el origen mismo de todo, que es El Creador; pero debido a la desobediencia. el hombre eligió situarse en autonomía absoluta respecto de su Creador, quedando así reducida esa facilidad de acceso a Dios Creador. En el Génesis se describe esta condición del hombre, cuando narra que Dios lo puso en el Edén en cuyo centro estaba situado “el árbol de la ciencia del bien y del mal”; el símbolo es claro: El hombre no era capaz de discernir y decidir por sí mismo lo que era bueno o malo, sino que debía apelarse a un principio superior, pero su orgullo los hizo creer soberano y autónomo y que podía prescindir del conocimiento que deriva de Dios, esta desobediencia causó heridas en la razón y obstaculizó el camino hacia la plena verdad. Dios entonces nos dejó claro no solo que es Dios, sino que es Nuestro Dios, ahora entonces debemos buscar esa santidad perdida, animándonos por la norma de la ley o los Mandamientos, que nos ponen nuevamente en camino hacía Dios, “ la razón nos indica que debemos obedecer la ley y la fe nos inclina a amar esa ley, que es la ley de Dios”; ya que según San Pablo, por ese mismo pecado, los pensamientos de los hombres fueron vanos, y sus razonamientos se distorsionaron y orientaron hacia lo falso (Rm.1,21-22); además de que los ojos de la mente ya no eran capaces de ver con claridad y así progresivamente la razón ha quedado prisionera de sí misma.
Ahora bien, la venida de Cristo fue el acontecimiento de Salvación que redimió a la razón de su debilidad y la libró de las cadenas en las que ella misma se había encadenado. La relación del Cristiano con la filosofía requiere un discernimiento radical, pues existe una contraposición entre “la sabiduría de este mundo” y la sabiduría de Dios, revelada en su hijo Jesucristo; cuyo acontecimiento histórico de crucifixión, estrelló todo intento de construir con argumentos solo humanos, una justificación del sentido de la existencia. El punto central que desafía toda filosofía es la muerte de Jesucristo en la Cruz, ya que todo intento de reducir el plan salvador del Padre a una pura lógica humana, está condenado al fracaso. “¿Acaso Dios con esto, no entonteció la sabiduría del mundo?”, pregunta San Pablo; y se responde así mismo que “ para su obra, Dios escoge más bien lo necio de este mundo, para confundir a los sabios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es” (1Co.1, 27-28); y para lo cual también afirma “Pues cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte” (2Co.,10,12) .El hombre no logra comprender entonces como la muerte pueda ser fuente de vida y amor, pero Dios ha elegido en el mundo lo que es nada para convertir en nada las cosas que son (1Co.1,28).
La razón no puede vaciar el misterio del amor, que la Cruz representa, mientras que esta si puede dar a la razón la respuesta última que busca; no es la sabiduría de las palabras sino la palabra de la sabiduría lo que San Pablo pone como criterio de verdad y de salvación y será la filosofía la que determine si es o no capaz de reconocer el caminar del hombre hacia la verdad ayudada por la fe y en contravia a los críticos que creen poseer la verdad.
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