EL ARTE DE RECONSTRUIR LA SOCIEDAD
- ( Autor: Jhon Walter Montoya Sierra )
- 13 jun 2016
- 6 Min. de lectura

El futuro de la sociedad no descansa en la familia sino en el individuo; para edificar sociedades sanas es necesario primero, edificar individuos sanos, individuos cuyas bases sean buenos principios y valores éticos y morales que deben estar bien comprendidos en su corazón; valores como el amor, la bondad, la generosidad, el respeto, la responsabilidad,la honestidad, la perseverancia y la humildad son los fundamentos que toda persona debe tener y proyectar sobre la sociedad a la cual pertenece.
En una ocasión, hablando con un exitoso empresario japonés, le preguntaba cual era el secreto del gran crecimiento de sus empresas, a lo que él me respondía con una reflexión sencilla, apoyada con un movimiento geométrico en forma de constructor, diciendo:
“un ladrillo, dos ladrillos, tres ladrillos, una pared; Una pared, dos paredes, tres paredes, un cuarto; Un cuarto, dos cuartos, tres cuartos, un apartamento; Un apartamento, dos apartamentos, tres apartamentos, un edificio
Un edificio, dos edificios, tres edificios, una ciudad;
Una ciudad, dos ciudades, tres ciudades, un país”
La enseñanza es obvia, desde lo mas sencillo, desde lo mas elemental, es desde donde se construyen con cuidado y con paciencia, colectivos y realidades fuertes y sólidas; esta enseñanza particular aplicada a todas las actuaciones de mi vida, me han demostrado que este es un camino acertado. Pues bien, los grupos sociales funcionan exactamente igual, se construyen desde lo sencillo y primario que es el individuo en particular y llegan hasta lo mas grande que es la misma sociedad:
“un valor, dos valores, tres valores, un buen individuo;
Un individuo, dos, tres individuos buenos, una buena familia; Una familia, dos familias, tres familias buenas, una buena sociedad”
Por lo tanto, de la calidad de los individuos, depende la calidad de la sociedad que se construya.
Jean Jacques Rousseau en su obra el contrato social sostenía que:”el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe” y respaldaba su punto de vista diciendo que el hombre es producto de la sociedad, pues cuando nace carece de una estructura y de un pensamiento moral o social y capta las normas sociales que tiene cada pueblo así como su manera colectiva de pensar. Según Rousseau el individuo no nace con una personalidad o moralidad, si no que las adquiere y adquiere también los modelos sociales que la sociedad le impone dejando el estado de pureza que tenia al nacer.
Yo por el contrario me atrevo a afirmar que: “las sociedades nacen sanas y son los hombres los que las corrompen”, pues si bien es cierto que el individuo nace en un estado de pureza, los modelos sociales no se los impone la sociedad sino que es el individuo mismo quien se adapta o cambia esos modelos sociales ya existentes de acuerdo a su propia personalidad y moralidad. No se puede hablar de familias sanas si sus miembros son enfermos, no se puede decir que un gobierno es honesto si sus miembros son Deshonestos o que una sociedad es buena si sus individuos son corrompidos; no puede haber un buen futuro social sino existe un buen presente así como no hay un buen presente social porque no fue bien edificado en el pasado.
No puedo sin embargo dejar de dar la razón a los grandes pensadores sociales que sostienen que el primer agente socializador con el que el individuo tiene relación es con su propia familia que lo orienta y lo guía; esta socialización es primaria y con el pasar del tiempo el individuo se enfrenta a diferentes espacios socializadores, lo que conlleva a una socialización secundaria, es decir que es la familia primeramente la que dirige y orienta al individuo mediante la crianza, inculcándole conceptos morales o modelos sociales, desarrollando en el niño habilidades, actitudes y conocimientos, y estimulando sus habilidades cognitivas, si quiere que el niño se desarrolle correctamente en la sociedad.
Recordemos por otra parte que la ilustración y el racionalismo con su revolución francesa, buscaron siempre reivindicar el concepto de “individuo” como “ser humano” que es en esencia la proclama de los derechos humanos, donde el individuo se rebeló contra los paradigmas de una sociedad en decadencia, pero que en su desespero por crear nuevas estructuras sociales adaptadas al cambio, consiguió alejarse irremediablemente de las normas morales que exige una sociedad digna y cayó en un materialismo desordenado y mal sano.
En sus tratados de filosofía el doctor Jaime Barrera Morales, sostenía ya el concepto claro de que la verdadera “célula” de la sociedad es el individuo y que a este debe dirigirse todos los enfoques sociales, políticos y hasta religiosos, desarrollando un “proyecto social” que permita la reestructuración de los modelos sociales vigentes, para buscar “modelos de convivencia” pacíficos y que tengan en cuenta la individualidad que solo la otorga la “conciencia personal” que a su vez solo puede ser fruto del “conocimiento” que es en ultimas el objetivo de esta acción; traducido de forma más sencilla significa que sólo si el individuo adquiere una conciencia pacifica, podrá entonces encajar en la sociedad, pero desafortunadamente no es así, y mejor no pudo definirlo el Doctor Luther King cuando dijo que: “ hemos aprendido a volar en el aire como pájaros y a nadar en el mar como peces, pero no hemos aprendido el simple arte de vivir juntos como hermanos”.
Un individuo carente de valores, difícilmente podrá cambiar la sociedad y aunque los valores no se adquieren para siempre y aunque se pueda recordar su significado, su vivencia en cambio es una decisión personal de cada individuo en cada momento de su vida; todos podemos saber por ejemplo, que significan la generosidad y la responsabilidad pero lo difícil es actuar con ellas, por eso el proceso” exige llegar a una verdadera comprensión de estos conceptos pero desde el corazón”; no hay personas honestas o responsables, sino personas que actúan con honestidad y con responsabilidad, algunas veces o muchas veces pero irremediablemente no existen seres humanos que puedan actuar siempre con valores, porque somos seres volubles y de ahí la importancia de no juzgar, no cuestionar, no reprochar y no culpar, eso se llama tolerancia que por cierto es una virtud bien difícil de adquirir.
Que lindo es evocar la piedad y la moral pura y sencilla de los primeros discípulos de Cristo, que apreciaban los principios de verdad mas que sus casas y sus tierras, mas que sus amigos y parientes, y mas que la vida misma, y construían sociedades basadas en el respeto y en el amor, tratando ansiosamente de inculcar estos principios en los corazones de los jóvenes y de los niños, quienes desde su más tierna edad, recibían instrucción sobre las normas cristianas y se les enseñaba a considerar sagrados los requerimientos del amor a Dios y a los hermanos. Los niños aprendían a ser agradecidos con Dios y se les enseñaba a llevar responsabilidades, a hablar con prudencia y a apreciar el valor del silencio, mientras que a los jóvenes se les enseñaba que todas las facultades humanas pertenecían a Dios y que todas debían ser aprovechadas y desarrolladas para servirle a Él y a sus hermanos. Pero el individuo se alejó de estas normas de amor comunitario y reto a Dios y odió al hermano, y cuando el hombre traspasa los limites de la paciencia divina, ya no cuenta con aquella protección que lo libraba del mal. Dios no asume nunca para con el pecador, la actitud del verdugo que ejecuta la sentencia contra la agresión, sino que abandona a su propia suerte a los que rechazan su misericordia, y una sociedad abandonada por Dios es una sociedad que inevitablemente se conduce a su propio fracaso, recogiendo así, los frutos de lo que sembraron sus propias manos, pues todo rayo de luz que se desprecia, toda admonición que se desoye y rechaza, toda pasión malsana que se abriga, toda transgresión de la ley de Dios, son semillas que darán infaliblemente su cosecha. Cuando se le resiste tenazmente, el Espíritu de Dios concluye por apartarse del pecador, y este queda sin fuerzas para dominar las malas pasiones de su alma, y sin protección alguna contra la malicia y la perfidia del mal.
De tal manera que si queremos una sociedad más justa e igualitaria, donde puedan descansar nuestros hijos y nuestros sueños, indiscutiblemente deberemos construir individuos sobre la base de las buenas costumbres y de los buenos principios éticos y morales a ejemplo de nuestros primeros hermanos que por encima de todo y aún a costa de sus propias vidas, defendían la dignidad, la fe, la caridad y el bien común con un coraje y una valentía propia de las almas nobles, y de los corazones justos; y así como afirmó Dimnet: que “La felicidad de mucha gente no se arruina por grandes catástrofes o errores fatales, sino por la repetición de pequeñas conductas destructivas”, así mismo yo afirmo sin temor a equivocarme que la sociedad no se arruina por inmorales tendencias grupales sino por la decadencia moral de cada individuo en particular.
BIBLIOGRAFIA
-Catecismo de la Iglesia Católica, Tercera parte. Ed. San Pablo 1998. -El conflicto de los siglos. Ellen G. White. -Renaciendo en Valores. Beatriz Vásquez Gómez. -Sagrada Biblia. Dios habla hoy. -El Contrato social. Jean Jacques Rousseau.
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